Espera a Dios, espera en Dios

Cristo murió… fue enterrado y al tercer día resucitó… Se apareció a Pedro, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo”, 1ª Corintios 15:3-6 (PDT). “Quédense aquí en la ciudad hasta que el Espíritu Santo venga y los llene con poder del cielo”,
Lucas 24:49 (NTV).
La mayoría de los comentaristas bíblicos afirman que las 500 personas a quienes Jesús se les apareció después de su resurrección conocían el mandamiento de quedarse en la ciudad de Jerusalén
hasta ser ungidos con el Espíritu Santo. Sin embargo, solo 120 obedecieron, Hechos 1:15. ¿Qué pasó con las 380 personas restantes?

¡Sencillamente no supieron esperar!
¡Nos cuesta esperar algo de Dios y también nos cuesta esperar a Dios! A ningún ser humano le gusta esperar. No soportamos esperar en el consultorio del médico o en el banco; hasta nos impacienta esperar la comida en un restaurante. Lo mismo sucede en el terreno espiritual. Se nos hace difícil esperar el cumplimiento de una promesa divina. Sin embargo, la Biblia dice: “Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido”, Hebreos 10:36 (NTV).

Tenemos la promesa de que los que buscan a Dios lo encontrarán: “Ahora es el momento oportuno: ¡busquen a Dios!; ¡llámenlo ahora que está cerca!”, Isaías 55:6 (TLA). Nos cuesta permanecer en esa búsqueda. Muchas personas comienzan su primavera espiritual, pero no son capaces de permanecer; se apagan, se pinchan, se desinflan. Muchas pierden el momento o la oportunidad de sus vidas por no saber esperar. Cuánto se habrán lamentado esas 380 personas por no haber permanecido en la búsqueda de Dios. No fueron capaces de esperar ni siquiera cincuenta días.
Hay ocasiones en las que parece que estamos perdiendo el tiempo si esperamos. Hay personas que les cuesta esperar la finalización de un culto, miran la hora para saber cuánto falta para volver a casa. No es tiempo perdido aquel se dedica para buscar a Dios intensamente. Hoy día no hay grandes manifestaciones porque no hay expectación por su presencia.
Nosotros tenemos la ilusión de que Dios nos hable cada vez que levantamos la ‘carpa del encuentro’, pero no siempre lo hace. Muchas veces Dios nos habla mientras caminamos, conducimos o inclusive, cuando nos estamos duchando. Dios tiene sus maneras de relacionarse con nosotros. No podemos encasillarlo. No podemos humanizar a Dios. Lo que sí tenemos que hacer es buscarlo apasionadamente, enamorarnos de Él independientemente de cómo o cuándo Él decida hablarnos y esperar con expectación el anhelado encuentro.
Los 500 discípulos debían esperar por la llenura del Espíritu Santo. Sin embargo, casi el 80% de ellos perdieron la promesa por no saber esperar. ¡Perdieron su momento! Se espera a Dios, pero no se lo apura. El reloj de Dios tiene su ritmo y no podemos pretender que el Señor se acople a nuestro calendario de actividades. Moisés había sido llamado, pero no supo esperar el tiempo de Dios. Su impaciencia postergó su ministerio 40 años. Piensa en Abraham. Cuántos dolores de cabeza le dio, y nos da todavía, el hecho de que él se rindiera ante la impaciencia y levantara descendencia con su sierva en lugar de esperar el cumplimiento de la promesa divina.
El hombre que conquistó el corazón de Dios supo esperar. Samuel ungió a David como rey de Israel; sin embargo, ese acontecimiento marcó el comienzo de una década infernal de tribulación y sufrimiento. Aquel día David fue inscripto no en el linaje de la realeza sino en la escuela del quebrantamiento. Fue promovido sí, pero en lugar de ir al trono, su nuevo trabajo consistía en llevar pan y queso a sus hermanos en el campo de batalla. ¡Qué ironía!
Toda la sabiduría humana no puede comprender este principio: ¡antes de usar a un hombre Dios lo ‘pulveriza’, lo ‘rompe’! Dios solo puede hacer su obra a través de una vasija rota. Dios tiene su escuela. Es pequeña. Muy pocos se inscriben y menos se gradúan. Se llama Escuela del Carácter y el quebrantamiento es la primera materia y también la segunda… y la tercera. “Todos los que están en esta escuela deben sufrir mucha aflicción. A menudo, el líder no quebrantado de corazón, a quién Dios soberanamente escoge, es el que ocasiona la aflicción. David fue estudiante en esta escuela, y Saúl fue el medio escogido por Dios para afligir a David. Saúl era la autoridad legítima, escogida
por Dios. Escogida para David. Autoridad con un corazón no quebrantado, más ordenada divinamente. Sí, eso es posible”, Gene Edwards.
Todos hemos tenido o tenemos personas difíciles a nuestro alrededor. El jefe, el papá, el líder. Nosotros creemos que esas personas difíciles son nuestro problema. La persona difícil para David era Saúl. Solo que Saúl no era su problema. El problema de David, como el nuestro, no está afuera, está adentro. Todos nosotros llevamos un Saúl. Nuestro Saúl es igual o peor que las personas difíciles con las que tenemos que convivir. Muchas veces Dios utiliza a esas personas difíciles para que podamos destronar a los ‘saúles’ que llevamos dentro.
¡Qué inhumano el trato que recibió David!, pero él no opuso resistencia. Sufrió en lo secreto y fue profundamente herido. Tenía menos que cuando era pastor. Su ser interior fue mutilado y su personalidad transformada. Sufrió, pero cantaba mucho y con cada nota le brotaba una lágrima.
“David se convirtió sencillamente en el más grande autor de himnos, y en el mayor consolador de los quebrantados de corazón que este mundo haya conocido jamás”. Cuando la prueba terminó David estaba preparado para llevar adelante los destinos de toda una nación.
Estas fueron las horas más negras de David y coincidieron con los días que precedieron a su reinado, pero él no lo veía de ese modo. David suponía que ese sería su destino. De acuerdo con las normas terrenales, era un hombre frustrado; de acuerdo con las normas del cielo, era un hombre quebrantado de corazón, apto para tomar el lugar de rey de toda una nación.
El desierto hizo que Moisés conociera a Dios, cara a cara. La prisión inspiró a Pablo a escribir las cartas que todavía hoy leemos. En el exilio Juan recibió las revelaciones de los tiempos finales y en
la cárcel Bunyan escribió el progreso del peregrino, el libro más leído después de la Biblia. Los problemas de salud que hemos padecido en este último tiempo nos han acercado al Señor más de lo que habíamos estado antes porque nos hemos visto obligados a pasar mucho tiempo pensando, orando y leyendo la Palabra de Dios.
Quizás estés pasando un tiempo de pruebas y dificultades como nunca antes. Quizás estés en medio de una situación donde no haya esperanza y los problemas sean más grandes que tus fuerzas. Quizás no veas futuro, tu fe esté débil y solo pienses en huir. Probablemente creas que la calamidad, la enfermedad y el fracaso serán tu destino, “pero es en estos momentos en que he visto a Dios tomar el control. Uno puede quedar pendiendo de un hilo, pero si continúas aferrado, ¡Dios intervendrá!”.
¡Por qué no! Quizás esta época preceda a tu mejor tiempo, así como el momento más oscuro de la noche es el que antecede a la aurora del día.
Detrás de una gran tormenta siempre hay un sol brillante. Detrás del quebrantamiento viene la exaltación. Detrás de la batalla por tu vida está la victoria en Cristo Jesús. Siempre y en toda situación, si permaneces unido al Señor, ¡estás a las puertas de una gran bendición! El libro de Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que a los amantes de Dios, todo coopera en bien, a los que según
propósito llamados son...” (Jünemann*).

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