Cuando encuentres el amor de tu vida no lo dejes ir

Vez pasada disfrutamos una película inspirada en hechos reales. La trama giraba en torno a una pareja joven que tras sufrir un accidente automovilístico ella pierde la memoria reciente. A pesar de los desesperados esfuerzos que hace el marido para demostrar la hermosa historia de amor que protagonizaban, la mente de su esposa sólo recuerda sucesos de su infancia y adolescencia. Regresa a casa de sus padres y éstos aprovechan la oportunidad para alejarla de su esposo (a quien no querían) y acercarla a un antiguo novio (ahora divorciado) con quien ellos simpatizaban y al que su hija había abandonado. 

El esposo sufre porque su amada se recuesta en brazos de otro hombre; aun así, decide transitar el camino más difícil: volverla a enamorar. Enfoca toda su vida en torno a esta única meta: reconquistar el corazón de su esposa. Cree que el amor que los unió será más fuerte que los recuerdos y la razón. Esa titánica tarea le enseña una dura lección: es difícil enamorar a quien no manifiesta interés en uno. Sin embargo, no se da por vencido y, a pesar del rechazo, lo intenta una y otra vez.

El final es conmovedor. Su colosal esfuerzo por recobrar el amor de su esposa produce resultados positivos. Aunque ella nunca recuperó la memoria sí se enamoró del mismo hombre con el que estuvo casada por más de diez años. El amor triunfó por encima de todos los obstáculos.

¡Qué doloroso es perder el amor de la persona a la que amas! Más difícil aún es volver a enamorar a alguien que estuvo enamorado de ti pero ahora no tiene ningún deseo de mantener una relación contigo. Esta verdad sólo puede ser entendida por personas que están o estuvieron profundamente enamoradas. Conocimos el caso de una anciana que a consecuencia de Alzheimer perdió la memoria. Su esposo le leía diariamente una novela que describía la historia de amor entre ellos. Por momentos, como destellos de luz, ella recordaba todo y se prodigaban amor y ternura; pero después de unos breves instantes volvía a perderse. Sus hijos no podían entender por qué su padre había decidido vivir en el geriátrico con ella. Para este anciano enamorado esos efímeros momentos de reencuentro con su esposa lo eran todo. Un amor apasionado no puede vivir sin el amor de la persona que ama. ¡El amor demanda cercanía!

La Biblia registra una historia de amor sin igual. Éxodo 33 relata que Moisés prefería quedarse en el desierto con el ‘amor de su vida’ que ir a la tierra prometida en compañía de un ángel. Prefería quedarse en el peor lugar del mundo con Dios que estar en el ‘paraíso terrenal’ sin Él. Oswald Sanders expresó: “El sufrimiento del infierno es la ausencia de Dios; el gozo del cielo es la presencia de Dios. El amor puede soportar cualquier cosa, excepto la distancia”. Eso era lo que le preocupaba a David de su pecado. Él dijo: “No me eches de delante de ti”, Salmo 51:11. ¡Cuando se ha experimentado el gozo de la intimidad con Dios, la vida se vuelve insoportable sin ella!”.

“Hay algo que no me gusta de ti, y es que ya no me amas tanto como me amabas cuando te hiciste cristiano”, Apocalipsis 2:4 (TLA). “Tengo contra ti que has abandonado tu primer amor”, Apocalipsis 2:4 (BAD). Has dejado a un lado el amor que tenías al comienzo” (PDT). “Ya no tienes el mismo amor que al principio” (DHH). “Hay algo malo en ti: ¡Ya no me amas como al principio! (NT BAD). Debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo (LPD).

Oseas 6:6 dice: “Lo que quiero es que me amen…” (TLA). “… ¡Sólo él es nuestro Dios!”, Josué 23:11 (TLA). Jesús dijo: “Permanezcan en mi amor”, Juan 15:9 (NTV); y luego agregó: “Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida”, Lucas 14:26 (TLA).

Perder el amor de su esposa no es poca cosa para un esposo enamorado. No es tan grave para el que deja de amar, pero qué dolor produce en la persona que no es correspondida en ese amor. Es un golpe difícil de asimilar; mortal para el alma amante. Sólo piénsalo por un instante, la persona a quien tú amas te dice: “ya no sé si te quiero”,  “he dejado de amarte” o “quiero el divorcio”. La Biblia nos enseña que perder el amor a Dios le ocasiona mucha tristeza a nuestro Señor.

Volvamos a Apocalipsis. El Señor reconoce el enorme esfuerzo que hacen los creyentes para permanecer fieles en medio de la adversidad y valora el servicio que le prestan. Pero no alcanza. Cabe preguntarnos: ¿la relación de una pareja se sostiene sólo con servicio? Una mujer que plancha, cocina y lava; un hombre que trabaja y aporta al hogar, ¿es suficiente para asegurar el amor conyugal y la felicidad marital? Evidentemente no porque muchos matrimonios manifiestan frustración a pesar de que estas necesidades están satisfechas. ¿Cómo se demuestra el amor? Claro que por actos de servicio, pero en una atmósfera de entrega, pasión, cuidado, atenciones, afecto y palabras amables. La actividad no sustituye las otras expresiones del amor. La iglesia en Éfeso fue limitando sus expresiones de amor como muchos matrimonios descuidan los pequeños galanteos, los requiebres amorosos y los detalles que el amor exige. Quedan las obligaciones que impone el contrato, pero sin la esencia que da sentido a todo lo que se hace.

El reclamo de Jesús tiene que ver con su propia visión del amor, con su propio ejemplo y con el deseo ardiente de que podamos amarlo como Él nos amó. Jesús quiere pasión en el amor. Anhela recibir el mismo tipo de amor que nos entregó. Él nos amó tan apasionadamente que se atrevió a portar la cruz y sufrir vicariamente por nuestra libertad; desafió al infierno y conquistó el cielo sólo por amor. Debemos amar a Jesús con pasión, esa es su petición. Cuando hablamos de amor a Cristo debemos entender que amor tibio, en realidad es frío.

¿Volverse a enamorar? ¿De quién?

¿Cuántas personas divorciadas se vuelven a casar con su antigua pareja? Sólo ocurre excepcionalmente. Esto demuestra lo difícil que resulta enamorar a la misma persona. Sin embargo el pueblo de Dios creía que podía ‘enamorar’ a Dios rápidamente: “Entonces los israelitas dijeron: “¡Volvamos a Dios!… Dos o tres días le serán suficientes para restaurarnos por completo”, Oseas 6:1-2 (TLA). Querían sanidad, libertad y bendición pero al menor precio posible. No querían rendirse a Dios sino, contentarlo un poco para que suelte su favor.

Yo me casé con Silvita tres veces sin haberme separado ni una sola vez (escribe José Luis). La primera fue el 17 de diciembre del 1988, la segunda vez ocurrió en el Consulado General de Italia y, la tercera, en Caná de Galilea en el 2010. ¡Y volvería a casarme con la misma mujer muchas veces más!

La intimidad con Dios se parece a la relación matrimonial. A veces son las grandes traiciones las que matan el amor, pero la mayoría de las veces son los descuidos, las desatenciones, la indiferencia, el desapego y el irrespeto. Poco a poco, las distancias se acrecientan y el amor se apaga. Cuando la intimidad (y no nos referimos al plano sexual) se pierde, la relación se enfría. Lo mismo ocurre con el Señor. Si dejamos de buscarlo, si se interrumpen los tiempos de fraternidad, si uno deja de interesarse en Él, poco a poco, las distancias se acrecientan hasta transformarse en abismos.

Quizás aquí esté la causa principal del pecado de David. No se puede explicar cómo un hombre apasionado por la presencia de Dios, cuya cercanía con el Señor fue excepcional, se transformara en un adúltero y asesino, a menos que se haya interrumpido antes esa íntima comunión. De otro modo, la transición entre ‘el hombre conforme al corazón de Dios’ y el ‘homicida’ resulta inexplicable. Insistimos, David descuidó la relación con Dios y perdió no sólo la comunión sino el rumbo. Cuando uno pierde la intimidad con la presencia del Señor puede terminar haciendo cualquier cosa. ¿No lo crees? ¿Cómo explicas que el hombre más sabio del mundo, Salomón, termine sem-brando la nación de dioses extraños; que Sansón acabe su deslucida vida en brazos de mujeres paganas, sin libertad y sin liderazgo y que Saúl termine enredado en el ocultismo buscando en el infierno lo que el cielo le negaba?

Pese al rechazo Dios permanece fiel

Oseas refleja el amor de Dios por un pueblo que era reiteradamente infiel; también muestra una faceta del amor de Dios que resulta bella y cautivante: Dios decide reconquistar ese amor perdido. Observa como comienza el libro: “Para mí, Israel fue como una esposa, pero me fue infiel… Cuando visita a sus amantes se pone joyas y les lleva regalos, pero a mí me tiene olvidado… ¿Qué voy a hacer con ustedes?, ¿cómo debo tratarlos? Ustedes dicen que me aman, pero su amor es como la niebla y como el rocío de la mañana: ¡muy pronto desaparecen!”, Oseas 2:2; 13; 6:4 (TLA).

Ahora medita en estas palabras: “Israel, Israel, yo volveré a casarme contigo y serás mi esposa para siempre… Seré para ti un esposo fiel, sincero y lleno de amor”, Oseas 2:19 (TLA). “Israelitas, ¡yo no puedo abandonarlos! ¡No sería capaz de hacerlo! ¡No podría destruirlos!… ¡Mi gran amor por ustedes no me lo permite!”, Oseas 11:8 (TLA). “Los amaré de pura gracia”, Oseas 14:4.

Volveré a conquistarla…”, Oseas 2:14 (NTV). Voy a seducirla… (PDT). Yo la voy a enamorar… (DHH). Volveré a cortejarla… me ganaré su corazón (RVC). “Llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí”, (TLA).

Él realmente nos ama. Esta verdad debe ser revelada a nuestro espíritu. Dios se entristece cuando no lo amamos. Si hoy decides amarlo y honrarlo, Él se deleitará en tener comunión contigo. Si tú te olvidas de Él, se entristece y sufre por tu descuido, apatía y desamor. No corresponder con amor apasionado al amor de Dios le produce mucha congoja. Es tiempo de cambiar la historia. Volvamos a sus brazos, enamorémonos de Él; digámosle al Señor que queremos conocerlo, que queremos saber qué piensa, qué siente y cuáles son sus deseos. ¡Dios quiere revelarse a nosotros y hoy es el día!

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