879. Estar ante ÉL (martes)

Pr. Oscar Nuske

 

Isaías 6:1-8

“El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y se decían el uno al otro:

«Santo, santo, santo es el SEÑORTodopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.»

Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo. 5Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al SEÑOR Todopoderoso!»

En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo:

«Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado.»

Entonces oí la voz del Señor que decía:

—¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?

Y respondí:

—Aquí estoy. ¡Envíame a mí!”

Isaías vivía una experiencia extraordinaria. Comienza llevándonos a un servicio Fúnebre: Uzías reinó por muchas décadas y fue uno de los que restableció el ejército, la agricultura y la ganadería en el pueblo de Israel, fue uno de los reinados más prósperos. El pueblo lo reconocía como uno de los grandes, y el relato nos cuenta que cometió un gran error, y su soberbia devino en lepra, una enfermedad que lo mató luego de hacerlo sufrir los últimos 10 años de su reinado.

Isaías era primo de Uzías, criado durante su reinado, el conocía lo que pasaba. Cuando Uzías muere, el pueblo lo llora e Isaías se conmueve por lo que pasaba y al único lugar que fue, era el templo. Isaías quería volcar su corazón a Dios, y en ese lugar su vida es marcada y es llamado para un ministerio tremendo que lo llevó a ser uno de los más grandes profetas del antiguo testamento.

Isaías es fuertemente marcado por Dios. El le muestra que no cambió, Dios seguía siendo el mismo, su mano seguía haciendo lo mismo, a pesar de la situación. El estaba en su Santo trono. Isaías relata que, al ver todo esto, queda impresionado por la majestad del Señor y describe su gloria llenando la tierra. Isaías sabía que era un privilegio ver al Dios todopoderoso. Inmediatamente, el reconoce que había algo en su vida que necesitaba ser cambiado, reconoce que era un hombre de labios impuros habitando en un pueblo de labios impuros. El sabía que irremediablemente su destino estaba marcado: muerte, porque el era indigno de ver lo que estaba viendo.

En su visión, un querubín pone una brasa sobre su boca, como símbolo de que era limpiada. Nosotros podemos vislumbrar y darnos cuenta de que si deseamos acercarnos a la presencia de Dios, hay algo que no podemos obviar, que en primer lugar de todo el es Santo por siempre y no somos dignos de acercarnos a El, solo su gracia y misericordia nos permiten acercarnos a Dios a través de Jesucristo.

Ante la presencia de Dios, lo primero que se ve son nuestras manchas. El acercarnos demanda un sacrificio personal muy especial, demanda que en nuestras vidas hay cosas que vamos a tener que cambiar porque las vemos expuestas ante la presencia de Dios. El estar ante El nos hace ver que somos impuros y no está en Dios, está en nosotros, el reconocer que necesitamos empezar a cambiar un montón de situaciones y cosas para que El se haga presente en nuestras vidas.

El reinado de Uzías era muy prospero y fuerte. Cuando murió el Rey, que para el pueblo representaba estabilidad y prosperidad, todo parecía venirse abajo, pero Isaías eligió ir

al templo, buscar a Dios. Muchas veces tiene que empezar a desaparecer nuestra seguridad para que podamos empezar a confiar y depender de El.

Isaías logró hablar del Señor de una manera muy particular porque el había ajustado su vida al encuentro que tuvo con Dios. El estuvo dispuesto a realizar cambios, porque escogió lo mejor. A partir de ese momento su ministerio fue tremendo.

El acercarnos a Dios va a exponer un montón de situaciones nuestras y necesitamos decidir qué vamos a hacer al respecto. La gloria de Dios comenzamos a disfrutarla cuando nos ajustamos a El.

¿Qué es lo que hace que una persona esté dispuesta a dar su vida por Dios? Una sola cosa: VER SU GLORIA. Un encuentro tan profundo con Dios marca tanto nuestras vidas que nada más puede importarnos que hacer su voluntad y estar en su Presencia.

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