Una cita con el Dios de tus sueños

David se preguntó: “¿Cómo voy a llevar el arca de Dios a mi casa?”, 1° Crónicas 13:12 (RVC). En su primer intento para restaurar el arca de Dios a todo Israel David utilizó una carreta nueva (método humano) y no funcionó. Luego hizo lo que debería haber hecho al comienzo: preguntar a Dios. La primera vez… nosotros no consultamos al SEÑOR… por eso él se enfureció contra nosotros”, 1° Crónicas 15:13 (NVI). Si quieres tener la presencia de Dios debes hacerlo a Su manera, de lo contrario no funcionará. Veamos cómo lo hizo David:

1. Sin pasión no hay presencia. “Es hora de traer de regreso el arca de nuestro Dios…”, 1º Crónicas 13:3 (NTV). David no quería ‘las cosas’ de Dios, lo quería a Él; no quería ‘sus regalos’, quería su presencia. Estaba convencido que se había perdido la prioridad por la presencia de Dios e hizo lo necesario para restaurarla a toda la nación. David quería más, pero que no fuera una simple visitación sino que Dios habitara permanentemente en Israel. Sin embargo, David aprendería por medio del dolor que tener a Dios no es una bendición barata. Las buenas intenciones no alcanzan para ser anfitriones de su santidad. Los métodos humanos para atraer a Dios no funcionan. Se hace a la manera de Dios o no habrá presencia. La salvación es gratuita, su gloria nos costará caro. Tommy Tenney dice que el fuego del avivamiento no cae en altares vacíos. Tiene que haber un sacrificio en el altar para que el fuego caiga. Y si quieres que el fuego de Dios descienda, tienes que convertirte en el combustible.

2. Sin santidad no hay presencia. “Nadie, excepto los levitas, podrá llevar el arca de Dios. El Señor los ha elegido a ellos para que carguen el arca del Señor…”, 1º Crónicas 15:2 (NTV). Sólo gente enteramente consagrada y rendida a Dios podía traer su presencia. En carro nuevo no; a través de gente consagrada sí. Las personas encargadas de traer su presencia hoy en día no pueden ser personas desconocidas para Dios. Las personas que no aman a Dios y a su iglesia no pueden ser las encargadas de transportar el arca. Se hace a la manera de Dios o la presencia no vendrá. Es a su manera o no habrá bendición. 

La santidad antecede a su presencia: “Los que no son santos no verán al Señor”, Hebreos 12:14 (NTV). La presencia de Dios es incompatible con el pecado. David sabía eso, por tanto dijo: “No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu”, Salmo 51:11 (NVI). Por otra parte, los levitas tenían que ser santos. “David se reunió con algunos sacerdotes y levitas… En la reunión David les dijo: “Ustedes son los líderes… así que purifíquense y hagan que todos los levitas se purifiquen ante Dios. Así podrán llevar el cofre del Señor…”, 1º Crónicas 15:11-12 (PDT). David pidió a los líderes que se santificaran y luego hizo lo mismo con el resto de los levitas. La santidad no es contagiosa, el pecado sí lo es. David, en esta oportunidad, tuvo mucho cuidado para no volver a ofender a Dios.

Otra prueba bíblica de esta gran lección la encontramos en Éxodo 19:10-14: “El SEÑOR le dijo a Moisés: “Desciende y prepara al pueblo para mi llegada. Conságralos hoy y mañana… Asegúrate de que estén preparados para el tercer día, porque ese día el SEÑOR descenderá… Así que Moisés… Consagró a la gente para la adoración”, NTV. “Consagró a la gente para la adoración”. Dios está invitando a su pueblo a su presencia. Varias veces le dijo a Moisés: “sube”, Éxodo 24:12. “La adoración nos lleva a la comunión con Dios, y la comunión produce revelación. Dios nos toca con su presencia, porque anhela tener comunión con nosotros. Dios no anda buscando tu adoración; lo que quiere es tener comunión contigo. La adoración te llevará a vivir en comunión con Él; pero las cosas no terminan allí. Él quiere comunión contigo, porque quiere revelarse a tu vida. Nosotros no somos los que iniciamos la adoración, simplemente respondemos a ella”.6

3. Sin santidad no hay revelación. “No te acerques más —le advirtió el SEÑOR—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa”, Éxodo 3:5 (NTV). “No te acerques más”, en otras palabras: “es todo lo que sabrás de mí A MENOS QUE TE SANTIFIQUES”.

Dios llamó la atención de Moisés mediante un mila-gro. Jesús hizo lo mismo con Pedro, Lucas 5:1-8. Dios sigue obrando de la misma manera hoy en día. A menudo llama nuestra atención y nos atrae mediante algún hecho milagroso (provisión económica, sanidad física, restauración familiar, etc.). Ahora bien, si quieres conocer más de cerca a Dios tienes que descalzarte. Dios se revela como un Dios santo y quienes quieran estar en su presencia también deben ser santos. Al descalzarse, Moisés aceptó el reto de santificarse para conocer más de Él. Pedro reaccionó diferente: “Señor, por favor, aléjate de mí, soy demasiado pecador para estar cerca de ti”, Lucas 5:8 (NTV). ¿Por qué reaccionó así? Porque se dio cuenta que estaba en presencia del SANTO encarnado. “Se sintió desesperadamente incómodo. En lugar de decir algo como: “Señor, te adoro”, dijo: “apártate de mí; vete, no puedo soportarlo”. En lugar de acercarse a Él como habían hecho tantos otros, Pedro le pidió a Jesús que se fuera, que le diera espacio, que lo dejara solo. ¿Por qué? Porque los hombres pecadores no se sienten cómodos en la presencia de lo santo”, Rc. Sproul.7

Pedro quería estar con Jesús, pero cuando éste se acercó demasiado Pedro dijo: “aléjate”. La gente aprecia a Dios, pero a la distancia. No hay problemas siempre que Dios permanezca a una distancia razonable de nosotros. Se lo ama y se lo honra a la distancia. Cristo no representa ningún peligro para la gente mientras siga encerrado en los templos, sólo disponible el fin de semana. En cuanto Él se hace presente en la vida cotidiana todos se incomodan. El poder de su santidad aterroriza.

Volvamos al tema central. El sacerdote Aarón debía llevar una lámina de oro en su frente cuya inscripción decía: “Consagrado al Señor”, Éxodo 28:36. “La santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”, Salmo 93:5. Es preciso que la morada de Dios sea santa. Si queremos que Dios habite con nosotros debemos juzgar todos nuestros caminos, sino Él lo hará por nosotros, 1ª Corintios 11:29-32. El lugar de la presencia de Dios es santo y sólo se puede caminar con los pies descalzos. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad…”, Isaías 57:15. El carácter de la habitación deriva del carácter de aquel que la habita. 

4. Sin santidad no hay adoración. “Consagró a la gente para la adoración…”, Éxodo 19:14 (NTV). David también entendió este principio espiritual, por eso cuando estableció que hubiera adoración permanente delante del arca dispuso que quienes adoraran, alabaran y tocaran instrumentos fueran santificados primero. Luego seleccionó a los mejores, 1º Crónicas 15:22 (PDT). No te confundas, no dice que apartó a los mejores. Primero debían ser levitas y santos, luego obedientes a sus líderes y, finalmente, que supieran cantar y tocar bien algún instrumento. ¡La santidad antecede a la adoración! 

5. Sin santidad no hay victoria. “Hemos sido rescatados de nuestros enemigos para poder servir a Dios sin temor, en santidad y justicia, mientras vivamos”, Lucas 1:74 (NTV). Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de cruzar el Jordán, Josué mandó a que todos se santificaran. Este principio espiritual sigue vigente. La santidad es la única ruta que nos lleva a la tierra de la promesa. Sin santificación no hay victoria, no ocurren milagros ni se producen avances sobrenaturales. Solamente con hombres santos se porta la presencia de Dios.

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