878. Presencia antes que regalos

Pr. José Luis Cinalli

PRESENCIA ANTES QUE REGALOS

“…Jacob se quedó solo en el campamento, y llegó un hombre y luchó con él hasta el amanecer. Cuando el hombre vio que no ganaría el combate, tocó la cadera de Jacob y la dislocó. Luego el hombre le dijo: — ¡Déjame ir, pues ya amanece! —No te dejaré ir a menos que me bendigas —le dijo Jacob. —… Entonces bendijo a Jacob allí…”, Génesis 32:24-29 (NTV)

¡Las bendiciones de Dios cuestan, y mucho! Jacob aprendió esta verdad después de haber prevalecido con Dios durante toda una noche. “A menudo nos acercamos al Señor con una mentalidad de tienda de descuentos. Ya sea que busquemos un avivamiento, sanidad física o bendición financiera, esperamos obtener lo deseado al precio más bajo en el menor tiempo posible. No sé usted, pero yo nunca he visto a Dios hacer las cosas de esa manera”, Tommy Tenney.

Esperamos mucho de Dios y amamos poco a Dios. ¿Cómo te sentirías si tu hijo se acordara de ti solamente cuando tiene una necesidad? Ama a Dios por encima de lo que pueda darte. Su presencia vale más que sus regalos. ¡Olvídate de sus manos y busca su rostro!

Buscar su rostro es conocerlo y, lamentablemente, conocemos mucho acerca de Dios pero poco a Dios. El conocimiento de Dios solo se logra mediante la intimidad a través de encuentros profundos y reiterados. Una de las personas que mayor comunión ha tenido con el Señor ha sido Moisés; sin embargo, en una oportunidad, dijo: “… Te ruego que me muestres… tu camino, para que te conozca…”, Génesis 33:13.

Orar es hablar con Dios, pero hablar no necesariamente significa intimidad. Una conversación puede no ser íntima, al contrario, puede ser muy superficial. De hecho es lo que sucede a menudo. Vamos con nuestro decálogo de peticiones y se lo presentamos a Dios. Anunciamos lo que le estamos pidiendo. Además, la intimidad no es monólogo, intimidad es diálogo, pero también es silencio, afecto, compañerismo. Mientras nuestras oraciones sean simplemente peticiones padeceremos del síndrome del supermercado. ¿Cuándo vamos al ‘súper’? Cuando la alacena está vacía. Tomamos el carrito y cargamos todo lo que necesitamos. Así hacemos con Dios. Acudimos a Él cuando nos falta fuerza, ánimo, dinero o salud. Eso es cualquier cosa menos intimidad. La verdadera intimidad implica llegar a las partes más profundas y menos visibles, a las zonas más reservadas de una persona y profundizar el conocimiento mutuo. Dios y Moisés eran íntimos. ¿Cómo lo sabemos? Porque Dios le abrió el corazón para decirle que no los acompañaría, ya que eran un pueblo rebelde y podía destruirlos en el camino. Esa confesión nace de la intimidad; la misma que disfrutaban los primeros creyentes: “Al Espíritu Santo y a nosotros nos ha parecido bien…”, Hechos 15:28 (RVC). Insistimos en este punto: ¡no busques su unción, busca su rostro! ¡No te emociones con sus ‘juguetes’, emociónate con su presencia!

Me gustaría mostrarte el lugar donde buscamos a Dios cada mañana. Nuestra carpa del encuentro es una piecita en el fondo de nuestra casa. Tenemos dos reposeras, una pequeña mesita redonda vestida con un hermoso mantel amarillo y sobre ella un rollo de papel de cocina que utilizamos para secar nuestras lágrimas. Colgado de la pared hay un cuadro con un bote y dos pescadores levantando un montón de peces, imagen que nos mantiene enfocados en la verdadera misión que tenemos por delante. Al pie verás una colchoneta muy delgada donde nos arrodillamos y acostamos boca abajo, muchas veces en profunda agonía. Por último hemos colocado un cesto de basura donde tiramos los pañuelos ‘mocosos’ de nuestros encuentros con Dios. Ese es nuestro lugar secreto, el sitio donde cantamos, confesamos, escuchamos, leemos, adoramos, lloramos y nos humillamos. Eso sí, en cuanto a las canciones hay solamente dos que le cantamos a Dios porque son las que conocemos totalmente de memoria. Una dice: “Él es mi paz, que ha quebrado todos mis temores. Echo toda mi ansiedad pues Él cuida de mí… Él es mi paz, Él es mi paz…”. La otra expresa: “Mirarte solo a ti Jesús, mirarte solo a ti y no mirar atrás… Seguir tu caminar Señor… Seguir sin desmayar… Seguir siempre seguir y no mirar atrás”. No es la melodiosa calidad de la voz lo que impresiona a Dios sino las notas de amor que fluyen desde el corazón las que hacen la diferencia. ¡Cántale a Dios desde lo más profundo de tu alma!

¿Cuál es el propósito de la carpa del encuentro? Perfeccionar el arte de atraer a Dios. Si no tenemos una visita soberana de Dios, entonces estamos en problemas. Debemos buscarlo hasta que algo se rompa en los cielos y Él descienda. Creemos que hay demasiada presencia humana en nuestros encuentros de adoración y poca presencia divina. ¿Cómo lo sabemos? Porque na hay una señal física que lo confirme. Cuando Moisés era expuesto a la manifiesta presencia de Dios el residuo de esa gloria hacía que su rostro resplandeciera de tal manera que la gente no podía verlo directamente a la cara. ¿Te imaginas lo que sucedería a nuestro alrededor si viviéramos un poquito más cerca de Dios?

¿Cuál es el camino a la presencia de Dios? ¡La humillación y el quebrantamiento! “… Dice el SEÑOR: “Vuélvanse a mí ahora… entréguenme su corazón. Acérquense con ayuno, llanto y luto… desgarren sus corazones”. Regresen al SEÑOR su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable…”, Joel 2:12-13 (NTV). “Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”, 2º Crónicas 7:14 (RVC). El quebrantamiento cierra las puertas del infierno, abre un agujero en los cielos y hace que Dios descienda.

Lo que falta hoy en día es una profunda convicción de pecado. Lo que se necesita son lágrimas por el pecado y no por sus consecuencias; dolor por haber ofendido a Dios y no porque nos han descubierto. ¡Con qué desparpajo nos presentamos ante Dios! Llegamos con las manos abiertas y el corazón cerrado. No hay señales de arrepentimiento, por lo tanto, Dios no contesta nuestras oraciones. “Si no hubiera confesado el pecado de mi corazón, mi Señor no me habría escuchado”, Salmo 66:18 (NTV). “Dios tiene poder para salvar y tiene buenos oídos para oír. Pero la maldad de ustedes los ha separado de Dios. Sus pecados han hecho que Dios se tape los oídos y no quiera escucharlos”, Isaías 59:1-2 (TLA). “Así que, nada menos que un corazón contrito por el pecado, una confesión total y la restitución satisfará a Dios. El pecado tiene que ser dejado por completo”, Oswald Smith.

Seamos sinceros en admitir, confesar y abandonar el pecado. Cuanto más rápido lo hagamos más rápido vendrá la bendición de Dios. El texto dice que la humillación hará que Dios sane nuestra tierra. Quiero contarte una experiencia que nos sucedió en nuestra casa. Desde hace varios años notamos que el césped estaba cada vez más seco. Pese al agua que nunca le faltó se veían manchones amarillos. Incluso tenemos una planta llamada siembre verde que siempre estaba raquítica y con sus hojas amarillentas. Desde que comenzamos este tiempo de búsqueda y oración acompañada de quebranto y humillación algo sucedió. Tendrías que ver lo verde que está nuestro patio, lo fuerte que están las plantas.

No nos engañemos. No hay atajos a la presencia de Dios. El PECADO, como lo llama Dios, es el principal obstáculo para la bendición divina. Pidámosle al Espíritu Santo que nos examine y señale cualquier cosa en nosotros que lo está ofendiendo y que nos guíe al arrepentimiento genuino.

– ¿Hay alguna persona a quién no hemos perdonado? ¿Existe rencor, odio o resentimiento en nuestro corazón?
– ¿Somos de enfurecernos fácilmente? ¿Es habitual que perdamos los estribos? ¿Se apodera de nosotros la ira, el odio o la violencia?
– ¿Reconocemos celos? Cuando se prefiere a otro antes que a nosotros ¿nos invade la envidia?
– ¿Somos impacientes e irritables? ¿Acaso hay pequeñas cosas que nos abruman y enojan? ¿O somos dulces, calmados e inconmovibles bajo toda circunstancia?
– ¿Se nos ofende fácilmente? ¿Cómo nos sentimos cuando nuestra presencia es indiferente y no se nos tiene en cuenta en el trabajo, en el colegio o en el hogar?
– ¿Hay algún tipo de orgullo en nosotros? ¿Nos creemos ‘alguien’ por lo que tenemos o logramos en la vida?
– ¿Hemos sido deshonestos? ¿Están nuestros negocios abiertos y limpios de toda censura? ¿Damos un metro por un metro y un kilo por un kilo?
– ¿Hemos estado murmurando de otras personas? ¿Somos chismosos y entrometidos?
– ¿Criticamos duramente sin amor? ¿Estamos siempre buscando las equivocaciones de los demás?
– ¿Le robamos a Dios? ¿Le robamos tiempo que le pertenece a Él? ¿Hemos retenido de su dinero?
– ¿Tomamos cosas que no son nuestras?
– ¿Anidamos en nosotros un espíritu de amargura hacia otros?
– ¿Hemos dañado a alguien y no hemos hecho restitución?
– ¿Estamos preocupados o ansiosos? ¿Dejamos de confiar en Dios para nuestras necesidades temporales y espirituales?
– ¿Somos culpables de inmoralidad? ¿Dejamos que en nuestras mentes aniden imaginaciones impuras producto de ver lo que no debemos?
– ¿Somos veraces en nuestras afirmaciones o exageramos y con ello transmitimos falsas impresiones? ¿Hemos mentido?
– ¿Somos culpables del pecado de incredulidad? A pesar de todo lo que Él ha hecho por nosotros, ¿rehusamos creer Su Palabra?
– ¿Hemos cometido el pecado de falta de oración? ¿Cuánto tiempo pasamos junto a Dios? ¿Hemos permitido que las muchas ocupaciones desplazaran la comunión con Dios?
– ¿Somos negligentes en la lectura y reflexión de la Palabra de Dios?
– ¿Hemos dejado de confesar a Cristo de una manera abierta? ¿Nos avergonzamos de Jesús? ¿Cerramos nuestras bocas cuando estamos rodeados de personas no cristianas? ¿Estamos testificando a diario?
– ¿Tenemos carga por la salvación de las personas? ¿Tenemos amor por los perdidos? ¿Hay compasión alguna en nuestros corazones por las personas que están pereciendo sin Cristo?
– ¿Hemos perdido nuestro primer amor y ya no tenemos fervor hacia Dios?

Estas son cosas que detienen la obra de Dios en medio de su pueblo. Seamos honrados, llamemos las cosas por su nombre, PECADO es la palabra que Dios utiliza. Confesémoslo rápidamente y alejémonos de él. Ya no habrá obstáculo para que la gloria de Dios sea derramada sobre nosotros.

Oración. “Señor. Necesitamos volver al primer amor y tener un corazón siempre ardiente por ti. Anhelamos experimentar la continua unción del Espíritu Santo sobre nuestras vidas. Aspiramos a ser utilizados en tu servicio y quisiéramos que nos encontraras siempre encendidos de pasión por las almas de los que no tienen salvación. Sabemos que un avivamiento continuo y perenne requiere de un corazón quebrantado y un espíritu dócil. Oramos para que nos guíes en el proceso de humillación que sea necesario para que tú escuches nuestras oraciones y vengas a nuestro encuentro. No tenemos excusas. Quítanos el evangelio cosmético que nos llevó a vivir una vida de apariencias. Ve profundo en nuestra vida. Saca todo pecado oculto. Muéstranos aquello que te ofende y límpianos de toda maldad con tu sangre preciosa. No abandonaremos el lugar secreto. Ayúdanos a tomar cada día un tiempo para estar a solas y cultivar una profunda relación de amor contigo. Que tú seas el centro de toda nuestra vida. Sabemos que sin esa fuerza vital que surge de la comunión contigo nuestra vida y ministerio sería débil, impotente e ineficaz. Bautízanos en el Espíritu Santo y algo desacostumbrado, maravilloso y asombroso sucederá. Sin ese poder no sólo será muy poco lo que podamos lograr sino que tampoco tendrá valor permanente. Ayúdanos a prevalecer en oración mientras tú derramas tu Espíritu, avivas la iglesia y salva a los perdidos. Amén”.

EN VIVO