877. Hay un Zaqueo en tu árbol (martes)

Pr. Alejandro Michalec

Lucas 19:1-10

Habían dos impedimentos que estorbaban a Zaqueo en su propósito de ver a Jesús: Uno era externo y el otro era inherente a él mismo.

1. La primer dificultad era la gran multitud que se interponía (el impedimento externo): La gente que seguía a Jesús, sus propios adeptos, sus discípulos, eran los mismos que impedían que él pudiera verlo.

2. La segunda dificultad era inherente a él mismo y consistía en su baja estatura.

Pero Zaqueo no se detuvo a causa de estos impedimentos, él no se intimidó por los obstáculos, estaba decidido a sortearlos como sea, para lograr su objetivo. De pronto ve un árbol, un árbol sicomoro.

Pero sus ojos vieron un poco más allá. Él encuentra en un simple árbol la posibilidad, la salida, la forma de lograr su objetivo. Sin titubear, sale corriendo para adelantarse y se trepa en sus ramas. No le importó el que dirán, su posición social, su ropa y sandalias nuevas. Nada pudo disuadirlo y con determinación se subió al árbol.

No importa cuán magullado esté tu cuerpo, sigue, trepa, hazte paso ante las adversidades, no te intimides por los obstáculos, no pongas límites a tu capacidad, que la victoria que te espera vale la pena, y vaya que vale la pena.

Así es el Amor de Dios. Cuando nadie quiere estar con vos, cuando nadie cree en vos, aún cuando ni tú te aguantas, estás dolorido, herido en el corazón, apestas a pecado por todos lados, cuando estás solo… Ahí está el Señor Jesús, con lágrimas de amor en sus ojos, los brazos abiertos, y una sonrisa, diciéndote: Aquí estoy, a mí no me importa lo que fuiste, lo que hiciste, sino que veo tu corazón, veo el potencial que hay en ti, veo el modelo terminado, veo un futuro glorioso para tu vida. Di mi vida por ti.

Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido y hoy está a los pies de tu árbol diciéndote: ven, bájate, cate prisa que hoy es necesario que vaya yo a tu casa, si a tu casa, no me importa cuán sucia y desordenada esté, la limpiaremos juntos…

Iglesia, la Biblia dice que Jesús vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Allá afuera la gente no está esperando ningún teólogo, allá afuera la gente está esperando un testimonio que le diga: “Sí yo cambié vos también podes cambiar, si a mi me perdonó, a vos también te puede perdonar, si hubo esperanza para mi, la hay también para ti.

¿Cuándo te vas a animar a entrar a la casa de los Zaqueos de este tiempo? ¿Cuándo vas a comer con ellos, cuando vas a estar con ellos? ¡¿Qué esperas para llevarles el mensaje de Salvación?!

Nosotros representamos al Salvador del mundo, al que comía y bebía con los pecadores, al que no hacían acepción de personas. ¿Cuándo fue la última vez que comiste con uno de ellos?

¿Cuándo fue la última vez que alzaste la vista hacia el árbol y dijiste al que estaba allí trepado, vení, bájate rápido, hoy voy a tu casa, bájate rápido que quiero orar por vos, bájate que quiero hacerte una invitación, hoy vine a buscarte para llevarte a la reunión?

Dios está reclutando valientes, gente dispuesta, gente que dice: “Heme aquí yo voy donde quiera que me mandes, yo hago lo que tú quieres que haga, yo te sigo donde quiera que me lleves”.

No importa cómo te sientas, no importa cómo te veas, eres candidato perfecto para que Dios te levante y haga de ti alguien grande para su Reino.

Dios es especialista en usar lo pequeño para hacerlo “grande”, lo despreciable convertirlo en el más preciado tesoro, transformar lo débil en algo fuerte y lo inútil en algo con propósito eterno.

Dios dice y Dios ejecuta. Él tiene un plan para tu vida y cumplirá su propósito en ti. No es el exterior lo que importa sino lo que está dentro tuyo, El Espíritu que está en ti y sobre ti. A ti también Iglesia, Jesús te dice bájate del árbol que hoy he venido a quedarme contigo y no irme nunca más.

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