Apasionados por su Presencia

“El Señor le dijo a Moisés: —Tú y el pueblo que sacaste de Egipto deben salir de aquí e irse a la tierra que les prometí… Voy a mandar a un ángel delante de ti… Yo no los voy a acompañar… Moisés le dijo al Señor…: — Si tú no vas a ir con nosotros, entonces no nos hagas ir de aquí… El Señor le dijo a Moisés: —Voy a hacer lo que me pides porque estoy contento contigo”, Éxodo 33:1-17 (PDT).

Moisés prefería quedarse en el desierto con Dios antes que ir a la tierra prometida con un ángel. ¿Quedarse en el desierto? Nada podría ser peor. El desierto era un sitio incómodo y lleno de dificultades; sin embargo, Moisés prefería vivir con Dios en ese horrible lugar que sin Él en lo más selecto y bello del mundo. Moisés no se conformaba con las bendiciones, deseaba la amistad y cercanía del dador de las bendiciones. David tenía el mismo anhelo: “En tu presencia hay plenitud de gozo”, Salmo 16:11. También dijo: “Sólo una cosa le pido al Señor: Habitar en la casa del Señor por el resto de mi vida. Así podré disfrutar el placer de estar junto al Señor…”, Salmo 27:4 (PDT).

El pueblo que Moisés lideraba era diferente. Ellos querían volverse a Egipto como si allí hubieran sido bien tratados. En aquel horrible lugar les aguardaba la esclavitud, la extrema miseria y el sufrimiento diario; pero parece que el dolor se les había olvidado y añoraban los ajos y los puerros (Números 11:5). Preferían regresar a lo malo conocido antes que luchar por la tierra que se les había prometido. ¡Qué absurdo! Sus espaldas estaban marcadas por los latigazos y aun así querían volver.

Moisés fue el único que había recibido un trato digno en Egipto. Fue apadrinado por el Faraón. Estudió en las mejores escuelas y se formó en las más exclusivas universidades. Disfrutó de todas las comodidades que un hombre pueda tener en este mundo; sin embargo, él nunca pensó en regresar.

¿En qué radicaba la diferencia? Moisés conocía a Dios personalmente, mientras que el pueblo vivía a cierta distancia de Él: “Los israelitas… se mantuvieron a distancia… Entonces le dijeron a Moisés: — Háblanos tú y te escucharemos, pero que no nos hable Dios… Así que el pueblo se mantuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios”, Éxodo 20:18-21 (NTV).

El pueblo “permaneció a distancia” mientras que Moisés “permaneció en su presencia”. Cuando Moisés recibió la invitación para conocer más a Dios, él accedió; cuando los israelitas recibieron la misma invitación, decidieron retroceder y alejarse.

John Bevere, en su libro Acércate a él, dice: “Fue bastante bueno que Dios le dijera esto a Moisés, porque si le hubiera hecho este ofrecimiento a los hijos de Israel, ¡lo hubieran aceptado con alegría, hubieran hecho una fiesta, hubieran empacado y se hubieran ido! ¿Por qué creo esto? Piénsalo, si estaban dispuestos a regresarse a Egipto sin ángel y sin Dios sólo para escaparse de las incomodidades del desierto, estoy seguro de que hubieran tomado la tierra prometida con un ángel. Sin embargo, escucha la respuesta de Moisés al ofrecimiento de Dios: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”, Éxodo 33:15”.

Moisés no se conformaba con tener algo de Dios, él lo quería todo. No se conformaba con la bendición de entrar a la tierra prometida, quería al bendecidor. Llega un momento en la vida cristiana en que las ‘cosas de Dios’ no satisfacen, sólo su presencia logra ese cometido. Nadie conocía a Dios como Moisés, sin embargo él quería más. Quería ver su gloria. Muchas personas buscan el poder del Señor pero no desean su presencia; buscan la sanidad antes que al sanador, la prosperidad más que al que prospera, y la unción por encima del que unge.

Moisés tenía la intención de que el pueblo conociera a Dios tanto como él lo conocía. El mismo autor mencionado anteriormente nos hace ver que Moisés no estaba llevando al pueblo a la tierra prometida sino al Sinaí: “Deja ir a mi pueblo para que me sirva en el desierto”, Éxodo 7:16. No dice: “Deja ir a mi pueblo para que pueda heredar una tierra”. Moisés no los llevaría a la tierra prometida sin antes presentarles al que se la prometió. Si primero los hubiera llevado a la tierra prometida, hubieran terminado amando más las promesas que al que las hizo. Moisés no podía esperar para llevarlos al mismo lugar donde él había tenido un encuentro con Dios.

Si algo marcará tu vida para siempre eso será un encuentro con la presencia del Espíritu Santo. Cuando los apóstoles fueron investidos del poder del Espíritu en el aposento alto fueron transformados. Ellos habían caminado con Jesús por más de tres años y habían sido testigos de muchos milagros. Ciegos sanados, muertos resucitados e infinidad de atormentados que fueron liberados. Sin embargo, todos los milagros juntos no impidieron que se avergonzaran de Jesús. ¿Te das cuenta? No se trata de ver milagros, los apóstoles estaban saturados de una atmósfera de lo sobrenatural; se trata de tener un encuentro personal con el Espíritu de Dios. Cuando los apóstoles tuvieron esa experiencia nunca más volvieron a ser los mismos. La lección es clara: lo único que realmente influye en la transformación es el ‘aposento alto’; la experiencia personal con Cristo a través del Espíritu Santo.

El pastor Claudio Freidzon nos recuerda que el pueblo de Israel había sido liberado por Dios de manera extraordinaria. Vieron cuando el mar Rojo se abría, contemplaron la columna de nube que los guiaba día tras día por el desierto y se calentaron por mucho tiempo con la columna de fuego que aparecía por las noches. Vivieron sin trabajar comiendo del maná que caía del cielo. Los milagros eran extraordinarios. Sin embargo, en Éxodo 32 se nos dice que hicieron un becerro de oro, dijeron que ese ídolo sería su Dios y lo adoraron. ¡Hacía solamente tres meses que habían sido liberados por Dios de manera sobrenatural! ¡Sólo tres meses! ¿Cómo es posible que después de haber visto tantas maravillas se hayan apartado de Dios para cometer el horrendo pecado de idolatría?

El mismo autor dice que probablemente se hayan acostumbrado a vivir en una atmósfera de lo sobrenatural y se hayan olvidado de cultivar una relación personal con Dios. ¿Cómo nos damos cuenta de eso? Porque varias veces el pueblo de Israel le pidió a Moisés que intercediera delante de Dios. Ellos nunca intentaron por sí mismos establecer una relación personal con su libertador.

Por encima de la protección, provisión y promoción que Dios pueda darte, búscalo a Él. Aléjate de las motivaciones egoístas y procura su comunión antes que su bendición. No te conformes con un conocimiento intelectual de Dios. Resiste la idea de vivir fuera de su presencia. Él es el tesoro más grande del mundo. Tenerlo a Él es tener todos sus privilegios. ¡Enamórate y apasiónate por su presencia!

Había una cualidad en Moisés que lo hacía ‘grande’ y es que nunca buscó agradar al hombre; en cambio Aarón, su hermano, sí lo hizo. Su calibre espiritual era muy diferente. Aarón prefería estar en el valle con la gente antes que en la presencia de Dios con Moisés. ¿Por qué? Porque Aarón temía más al hombre que a Dios. Si no vives cerca de Dios terminas agradando a la gente. Si lees el libro de Éxodo verás a Moisés continuamente en la montaña y a Aarón entre la gente. “Parece que comenzó a subir, pero finalmente terminó entre el pueblo. ¿Por qué? Porque se sentía más cómodo en la presencia de la gente que en la presencia de Dios. Carecía del temor de Dios. Aarón temía más a los hombres que a Dios, por lo tanto, les servía. Finalmente terminaría dándoles lo que ellos querían, y cómo estamos a punto de ver, no tomaría mucho tiempo. Moisés ha estado en el monte durante casi cuarenta días y leemos: “Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Arón, y le dijeron: – Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”, Éxodo 32:1. Aarón tenía el don del liderazgo que conlleva ciertas cualidades, una de las cuales es atraer a la gente como un imán. Esto atraerá a los demás sin importar que el líder talentoso haya estado con Dios o no. Demasiado a menudo el líder que carece del temor del Señor utiliza los dones que Dios le ha dado para llevar a cabo los deseos de la gente y no los del Señor”.1

Teme solamente a Dios y busca su aprobación. Habrá ocasiones cuando la gente te presionará a ir en alguna dirección que Dios no te ha pedido. Resiste la tentación de agradarlos pues te arriesgas a perder la dirección divina. “¿Quién es el hombre que teme al Señor? Será instruido en el mejor de los caminos”, Salmo 25:12 (NVI). Jesús no hizo nada para agradar a la gente ni dejó de hacer algo por temor de la gente. La Biblia dice: “El temor del hombre pondrá lazo”, Proverbios 29:25. Si le temes al hombre no honras a Dios y si no honras a Dios, no tendrás su apoyo. “¡Servirás y obedecerás a quien temas! Si temes al hombre, lo servirás a él. Si temes a Dios, lo servirás a Él. No puedes temer a Dios si temes al hombre, porque no puedes servir a dos señores (Mateo 6:24). Por otro lado, no tendrás miedo del hombre si temes a Dios. Moisés temía a Dios, por lo tanto, no tenía miedo de las personas. El pueblo no temía a Dios, por lo tanto estaban asustados por cualquier cosa que ocurriera. El temor de Dios te acerca a la presencia de Dios. Sin embargo, el temor del hombre hace que te retires de Dios y de su gloria”.2

EN VIVO