Cómo venció David a Goliat

“Goliat se detuvo y gritó mofándose… “… Yo soy el campeón filisteo… ¡Elijan a un hombre para que venga aquí a pelear conmigo!… Durante cuarenta días… el campeón filisteo se pa-seaba dándose aires delante del ejército israelita. Un día… David lo escuchó gritar… y preguntó…: — ¿Qué recibirá el hombre que mate al filisteo y ponga fin a su desafío contra Israel?… ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente?”, 1º Samuel 17:8-26 (NTV).

En este hito histórico se escuchan tres voces que impactan decididamente en cada uno de los protagonistas:
1. La voz de Goliat. “Goliat se detuvo y gritó mofándose… “… Yo soy el campeón filisteo… ¡Elijan a un hombre para que venga aquí a pelear conmigo!”, 1º Samuel 17:8 (NTV). Si Goliat era tan valiente, ¿por qué hablaba tanto en vez de pelear? ¿Tenía miedo y lo disimulaba con su altanería? ¿En qué radicaba su poder? ¿En sus grandes armas, ele-vada estatura o en su resonante voz?
Si el diablo tiene tanto poder y cree que vencerá, ¿por qué insiste tantas veces con las mismas mentiras? Grita y grita todo lo que hará, pero nada hace. ¡Sus artilugios no tendrán efectos a menos que tú los creas! Él no puede conquistar la victoria porque ya la tienes asegurada, pero puede arrebatártela si tú se la entregas.
Las palabras son poderosas y afectan tu destino. ¿Recuerdas lo que le sucedió al profeta Elías cuando escuchó los mensajes amenazantes de Jezabel? Huyó al desierto y deseó morirse. Ten presente, así como la fe viene por el oír, también se va por el oír. Debemos guardar celosamente nuestros oídos de la crítica, la condenación y la murmuración. Si dedicas horas y horas a ser partícipe de conversaciones negativas tu confianza en Dios descenderá varios escalones hasta llegar al desánimo, la duda y la incredulidad.
¿Cómo venció David a Goliat? ¡Hablando! Él dijo: “El SEÑOR te entregará en mis manos; y yo te mataré…”, 1º Samuel 17:46 (NVI). No creas las intimidantes palabras de tus gigantes. En su lugar declara que Dios peleará por ti y que tu bendición será más grande de lo que son tus problemas.
2. La voz de la gente. “Pero cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar… se enojó. — ¿Qué estás hacien-do aquí? —le reclamó—. ¿Qué pasó con esas pocas ovejas que se supone que deberías estar cuidando? Conozco tu orgullo y tu engaño…!”, 1º Samuel 17:28 (NTV).
Ten mucho cuidado con aquellos que quieren desmerecerte o llenarte de miedo. Aléjate de los que te desvalorizan y te hacen sentir como si fueras nada. Hay quienes te dirán que no vales como persona, que no eres tan capaz como otros e intentarán sepultar tu potencial remarcando tus aspectos negativos. El problema no eres tú, son ellos. Ese tipo de persona no quiere que otros alcancen la gloria, no están dispuestos a darles alas para que conquisten sus sueños; al contrario, quieren verlos fracasar. Por amor a tu vida y a tu futuro, ¡aléjate de ellos!
No respondas a las críticas. David enfrentó la crítica dándose media vuelta y retirándose de la conversación que tenía con su hermano. Ese principio de vida (elegir las batallas que valen la pena pelear y desestimar las que no conducen a la victoria) fue una constante en la vida de David. Recuerda que además de su hermano tuvo un rey que le tiraba lanzas: “… Mientras David tocaba el arpa… Saúl le arrojó la lanza, pues se dijo: ‘clavaré a David en la pared’. Pero David lo evadió dos veces”, 1º Samuel 18:10-11 (NBLH). David tampoco confrontó a Saúl, solo esquivó la lanza.
¿Qué haces cuando alguien te arroja una lanza? ¿Recoges la lanza y se la arrojas al agresor? David no hizo eso; no la arrojó de nuevo ni preparó la suya para arrojársela. Simplemente simuló que no veía las lanzas aun cuando venían directamente contra él. Aprende a evadir las lanzas que te arrojen. Esquívalas y haz de cuenta que nada ha sucedido porque si permites que te afecte corres el riesgo de convertir tu vida en una oscura sombra de amargura.
¿Cómo hacer para que una lanza no te hiera? Uno: no aprendas nada acerca del arte elegante de tirar lanzas. Dos: apártate de la compañía de todos los que arrojen lanzas. Tres: cierra herméticamente tu boca. De esta manera, uno nunca será tocado por las lanzas, aun cuando te atraviesen el corazón.15
Decide que las críticas no te afectarán negativamente. No puedes impedir que la gente te critique, pero puedes hacer algo infinitamente más importante: ¡decidir que no se interpondrán en tu destino! ¿Cómo reaccionas cuando dicen algo negativo de ti? ¿Tiendes a responder? Aprende de Jesús, jamás desperdició tiempo pa-ra sostener extensas discusiones con sus críticos. Nunca abandones tus planes a causa de las críticas. ¿Por qué darle demasiada importancia a los pinchazos y picadu-ras? Elévate por encima de las críticas injustas. No des-perdicies energía con personas criticonas. Ve tras tu sue-ño; sal y conquista tu futuro.
3. La voz del Rey. “David… preguntó…: — ¿Qué le da-rán a quien lo mate y le devuelva la honra a Israel? Y le contes-taron a David: —…. Se casará con la hija del rey Saúl. También recibirá muchas riquezas, y su familia no volverá a pagar impuestos”, 1º Samuel 17:25 (TLA).
David escuchó la oferta del rey: una esposa, riquezas y exención impositiva; luego dijo: “¡vale la pena pelear esta batalla!”. De David aprendemos una gran lección: ¡Enfocarse en las promesas del rey y no en los insultos de los gigantes! 
David dijo: “¿Quién se cree, ese filisteo pagano que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente?”, 1º Samuel 17:26 (NVI). David puso de manifiesto el tema de Dios. Los soldados no mencionaron nada acerca de Él. Los hermanos nunca pronunciaron su nombre, pero David saltó sobre la plataforma y planteó el tema del Dios viviente, 1º Samuel 17:37; 45-46. Nadie habló acerca de Dios y David no habló acerca de nadie que no sea Dios. 
David ve lo que los demás no ven y rechaza detenerse en lo que otros miran. Todos los ojos recaen, excepto los de David, sobre el brutal Goliat. Los soldados se especializan en Goliat, David en Dios. Él no ve al gigante, por el contrario, mira al Todopoderoso. 
Te sugerimos que hagas lo mismo: ¡amplifica a Dios y minimiza a tu gigante! Di: “gigante del divorcio: no entrarás a mi casa; gigante de la depresión, podría llevarme toda una vida, pero no me conquistarás; gigante del alcohol, de la intolerancia, del abuso infantil, de la inseguridad, te vas a caer”. ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que golpeaste a tu gigante?
Los gigantes merodean en tu barrio, en tu casa y en tu vida. Fracaso, rechazo, abandono, venganza, remordimiento, incredulidad, pánico, críticas, envidia y la lista continúa. ¡Gigantes! Debes enfrentarlos. Sin embargo, no necesitas hacerlo solo. Céntrate primero y principalmente en Dios. Cuando David lo hizo su gigante cayó.
Las palabras de David nos demuestran que él no estaba obsesionado con el gigante. No preguntó acerca de sus aptitudes, su edad, clase social o rango en el ejército. No preguntó acerca del peso de su lanza o el tamaño de su escudo. David se ocupó muy poco del gigante y mucho en Dios. Hay nueve referencias a Dios en sus palabras. Los pensamientos acerca de Dios superan a los de Goliat nueve a dos.
¿Cómo se compara esa proporción con la tuya? ¿Consideras la gracia de Dios cuatro veces más que a tus culpas, desaciertos y errores? ¿Es tu lista de bendiciones cuatro veces más extensa que tu lista de reclamos? ¿Es tu archivo mental de esperanzas cuatro veces más extenso que tu archivo de temores? Centrándote en tus gigantes, tú tropiezas. Centrándote en Dios tus gigantes caen. Levanta tus ojos, el Dios que hizo un milagro por David está listo para hacer uno por ti.
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