Realiza oraciones del tamaño de Dios

“Un día subían Pedro y Juan al templo… Junto a la puerta… había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna… Cuando éste vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió limosna. Pedro… mirándolo fijamente, le dijo: “¡Míranos!”. El hombre fijó en ellos la mirada, esperando recibir algo. “No tengo plata ni oro”, declaró Pedro, “pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!”. Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza”, Hechos 3:1-7 (NVI).

Podemos encontrar varias enseñanzas en este pasaje:
1) La forma en la que pidas determinará el tipo de vida que tendrás.
El ‘trabajo’ del lisiado era pedir limosna. Eso era TODO lo que pedía y TODO lo que obtenía. ¡Con qué poco se conformaba! De la misma manera existen creyentes que hacen oraciones de ‘sobrevivencia’; oraciones para salir del paso, pero que no tienden al crecimiento. Tú debes ejercer audacia para pedir lo imposible. ¡Eso hicieron Pedro y Juan! Ellos poseían una fe revolucionaria. Declararon algo sumamente grande, digno del Dios grande que adoramos. ¡Atrévete a hacer oraciones del tamaño de Dios!
Muchas historias en las Escrituras surgen a partir de ‘grandes oraciones’. Pedro ingresó a la escuela de lo imposible cuando pidió caminar sobre las aguas. Elías oró para que no lloviera, y por más de tres años el cielo permaneció cerrado. Eliseo resucitó a un niño. Daniel escapó de las fauces de hambrientos leones. Ester libró a todo el pueblo de una muerte segura. Y podemos seguir con la lista. Una de las razones por las Dios no hace grandes maravillas es porque pedimos pequeñeces, en vez de ejercer una fe audaz. ¿Cuánto hace que no reali-zas oraciones imposibles o fuera de lo común?
Dios no se mueve por lástima o necesidad; si fuera así Jesús hubiera sanado a todos los enfermos. Dios se mueve por fe. Jesús le preguntó a los ciegos: “¿Qué quieren que yo haga por ustedes?”, Mateo 20:32 (PDT). Si hubieran pedido dinero seguramente Jesús no le hubiera dado la vista. Uno recibe lo que pide. Con razón Santiago dijo: “No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios”, 4:2 (PDT). No deshonres a Dios haciendo oraciones pequeñas y comunes. ¡Abandona el hábito de las oraciones insignificantes que solo demuestran la poca fe del que ora! ¡Atrévete y pide grandes milagros!
No pidas únicamente por tus necesidades inmediatas, entrégale a Dios tus sueños, ora con ahínco por ellos. No digas: “Señor bendíceme”, sé específico. Dile: “Señor quiero casarme. Quiero ver a toda mi familia sirviéndote. Quiero que lleves mi ministerio a las naciones. Quiero ser libre de mi dolor. Quiero más dones para servirte mejor”. No es cuestión de desear, es cuestión de orar y hacerlo con fe. Pide en grande. Pide cosas imposibles. Pide aquello que cuando se cumpla solamente Dios sea glorificado. 
2) La compasión es un derivado de nuestra comunión.
Todos los días el lisiado era llevado al templo para que la gente, movida por la compasión, le diera alguna limosna. Los discípulos acostumbraban visitar el templo a la hora de la oración; por ende y con absoluta certeza, no era la primera vez que veían a este hombre. Entonces, ¿por qué no lo sanaron antes? Poder y autoridad no le faltaban. Probablemente en ocasiones anteriores le hayan entregado alguna dádiva. Pero ese día hicieron algo diferente; un bien que el enfermo realmente necesitaba. ¿Por qué en ese momento y no antes? Cuando estuvieron llenos del Espíritu Santo obraron en el plano sobrenatural. Cuando las personas están llenas de Dios dejan de ser insensibles a las necesidades de la gente y salen a ‘regalar’ milagros.
La actitud de los discípulos, antes de ser llenos del Espíritu Santo, es la de mucha gente hoy en día: ‘no es mi problema’.
Solo somos sensibles a los que nos rodean cuando Dios está en el centro de nuestra vida.
Un ratón espiaba por el agujero de una pared. De repente vio que el granjero y su esposa abrían un paquete. “¿Qué clase de comida será esa?”, se preguntó el ratón. Quedó aterrorizado cuando observó que era una trampa para ratones. Salió corriendo al patio de la granja para advertirles a los demás animales: “¡Hay una ratonera en la casa!”.
La gallina terminó de cacarear, levantó la cabeza y dijo: “Discúlpeme Sr. Ratón, entiendo que es un gran problema para usted, pero a mí no me perjudica en absoluto”.
El ratón se dirigió hacia el cordero y le dijo: “¡Hay una ratonera en la casa!”. “Discúlpeme Sr. Ratón”, contestó el cordero, “no hay nada que yo pueda hacer, solamente rezar por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones”.
El ratón habló también con la vaca quién le respondió de la siguiente manera: “Pero acaso, ¿estoy en peligro? Pienso que no”, entonces, siguió su camino.
El ratón volvió a la casa preocupado y abatido. Aquella noche se oyó un gran escándalo. La mujer del granjero corrió para ver lo que había sucedido. En la oscuridad no vio que la ratonera había atrapado la cola de una serpiente venenosa. Cuando se acercó la víbora la mordió. El esposo la llevó inmediatamente al hospital. Después de asistirla el doctor la envió a su casa y le recomendó que le hiciera una rica sopa para bajarle la fiebre. El granjero tomó el cuchillo y buscó el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y terminó muriendo. El granjero entonces vendió la vaca para cubrir los gastos del funeral.
Moraleja: La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que no es tuyo… piénsalo dos veces.
El servicio es un derivado de la comunión. Cuanto más Dios posea de ti, más servirás a los demás: “… No hace falta que seas poderoso, ni necesitas un gran ejército; lo único que necesitas es mi espíritu. Yo soy el Dios todopoderoso, y te aseguro que así es”, Zacarías 4:6 (TLA). Si tienes a Dios tienes todos los recursos para cumplir con la misión de tu vida. Debes creer que estás equipado y capacitado para hacer lo que se te ha pedido. Confía en Dios y en su provisión. Deja de mirar lo que falta. Tú posees la fuerza espiritual y las energías que Dios te ha dado para cumplir con tu propósito. ¡Úsalas!
Los ‘grandes’ hombres de Dios saben que la unción marca la diferencia entre un servicio eficaz de aquel que no lo es. Ninguna otra cosa es necesaria cuando Dios sopla en tu dirección. 
Dios nunca te pedirá hacer algo sin darte los recursos para llevarlo a cabo. Lo único que necesitaba Moisés para liberar al pueblo era la presencia del gran Yo Soy. Sin embargo, Moisés se esforzaba por hacerle saber a Dios que no poseía los atributos para semejante misión; presentaba excusas para no obedecer. Dios no necesita que tú le digas lo que no tienes. Lo único que quiere saber es si puedes ofrecer lo que ya te ha dado.
Di en este momento: “¡Basta de excusas!”. Deja de decirle a Dios lo que no tienes y lo que no puedes. No existen límites para una persona totalmente rendida a los pies de Jesús. Si tienes a Dios, tienes TODO.
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